24 cartas de amor después de la muerte de su esposa
Aunque los obituarios normalmente se conocen como avisos funerarios, los textos de amor que José Luis Casaus le escribió a su esposa, Elena Lupiañez, desde el segundo aniversario de su fallecimiento, estaban llenos de vida.
Elenita, como le dice de cariño su esposo, fue periodista del diario El País en España; murió de una lamentable enfermedad cuando sus hijos gemelos, Boris y Yuri, tenían poco más de 6 años. Desde entonces, su viudo le escribió un obituario anual repleto de ingenio y ternura.
Textos conmemorativos, algunos convertidos en minicrónica, llenas de cariño e ironía, sirvieron para prolongar una relación, que quizá terminó muy pronto, pero sin duda alguna despertó una repentina simpatía en muchos lectores, quienes a través de estos mensajes anuales llegaron a sentirse muy cercanos a la familia.
- «Elenita: La semana que, obligatoriamente, Boris y Yuri hacen las tareas domésticas la mesa familiar se atiborra de arroz a la gusana, spaghettis erguidos o apelmazados, carne a la suela, pescado muerto y ensaladas saladas; eso sí, hay un masivo descorche de yogures y conservas y una inmensa ingesta de frutas, charcutería y pan bendito. A todo esto la prueba del algodón no engaña y su falta de pericia con la plancha queda justificada con no sé qué belleza de las arrugas. Ya aprenderán» JL Casaus
- «Elenita: mira que me lo había advertido Alfredo Zitarrosa en una milonga… «Puedo enseñarte a volar pero no seguirte el vuelo». Ya me está pasando. Hace un tiempo que tus hijos Boris y Yuri baten alas y no gano para tupperwares» JL Casaus
- «Me consta que tus hijos están en tratos con Mr. Guinness para que dé fe de mi liderazgo en la confección de zumos de naranja y desayunos contundentes; cuatro, y el mío, cinco» JL Casaus
Durante 24 años consecutivos, todos los 21 de marzo, muchos abrían el diario para leer un nuevo capítulo de la vida de Boris y Yuri. Hoy tras 25 años del fallecimiento de Elenita, no hay obituario en el diario.
Algunos asociaron el paulatino interés nacional y posible morbo que pudo haber generado hacer público ciertos detalles que de alguna manera eran íntimos, la razón por la que Casaus dejó de escribir.
Pero lo cierto es que esta emotiva y curiosa historia de amor es una clara lección de que no muere quien se va, solo muere quien se olvida y, sin duda alguna, el recuerdo de Elenita se mantuvo vivo a lo largo del tiempo.